lunes, 23 de noviembre de 2009

El momento Alzheimer del día

¿Quién alguna vez no tuvo un olvido, una distracción? ¿Quién pensó que quizás su mente había envejecido prematuramente al olvidar el cumpleaños de un ser querido? ¿Y qué hay de olvidar calles, sonidos, caras y nombres? Es un acto del inconsciente que viene en rescate de la propia concentración, eligiendo a qué prestar atención y a qué no? ¿O es un sabotaje permanente? Por todas estas cosas... siempre está el momento alzheimer del día. La única pregunta que me puedo hacer es... ¿cuál va a ser hoy?

De los olvidos (breve)

En este mismo momento, en este instante en el que usted está leyendo estas palabras una calle es olvidada, y un procer vuelto a enterrar. Una taza de te pierde su aliento en la mesada de la cocina, y una radio derrocha música para un auditorio vacío. Un mail quedó atorado en la bandeja de salida; un mensaje no llegará a quien lo espera. Un auto perdido espera en una calle cualquiera, y unas llaves en la vereda no podrán cumplir su destino. Hay zapatos que piden ser rescatados del zapatero, y un vestido que llora en la tintorería. Una billetera roja toma sol sobre el pasto y unos anteojos duermen en un banco de plaza. Y otra vez el paquete de café sonríe invicto en la góndola y una mayonesa (de más) asoma triste por la bolsa del super.

Quizás usted quiera creer que el colectivo va a dejarlo donde quiere llegar. Y luego de sacar su boleto y sentarse contento en el asiento de la ventanilla descubre a la tercer parada que por ese número que confundió caminará más de lo previsto. Que el aniversario era mañana y que la luz ya estaba paga. Que cerró la llave de paso que perdía antes de salir de casa. Que el calefón estaba prendido y la toalla... cerca.

¿Nunca creyó recordar algo sólo para darse cuenta del recuerdo impostado, puesto en la memoria por relatos ajenos reconstruídos por la mente? Que el cumpleaños donde había una piñata no era el suyo, sino el de su hermana. Que el triciclo era realmente azul y no gris. Que el nombre del vecino era Luis y no Lucas. Que definitivamente la receta no era así.

Si, usted se ha olvidado.

miércoles, 21 de octubre de 2009

De los olvidos

Adiós a las series en televisión. Empecé a leer "Man walks into a room", de la autora norteamericana Nicole Krauss, y es fascinante. En idioma original no es tan fácil como pensé, pero es mucho más interesante. Así que aquí estamos, con entusiasmo renovado y diccionario atento a cualquier tropiezo.


La hipótesis del libro es más que inquietante. Supongamos por un momento que un accidente cerebrovascular te dejara sin recuerdos posteriores a tus doce años ¿Qué harías? ¿Querrías tu vida de vuelta o preferirías recomenzar, como un libro en blanco? Sin todas las experiencias pasadas,¿serías una versión mejorada, más libre? O elegirías reconstruir tu vida, sin cambiar nada...

Aquí un comentario sobre el libro, de Random House

Más sobre los olvidos en breve...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Recomendados II

Mientras trabajo en el regalo de cumple, una vuelta gratis...

Si bien no soy especialista en el área, me gustaría recomendar algunos libros con los que disfruto o he disfrutado.

Un gran escritor uruguayo, no del todo reconocido aún, Juan Carlos Onetti. Su colección de Cuentos Completos de Alfaguara, y "La vida breve" se ganan todas las palmas. No puedo más que recomendar que lean este genial escritor y saquen sus propias conclusiones. Su habilidad narrativa (el poder dar cuenta del pasado y presente, las emociones o pensamientos, junto con las acciones... en un mismo párrafo!), y a su vez, una poética muy personal. Para mí, un antes y un después en la literatura. Simplemente fantástico.


Mi libro favorito de los últimos años, "La Historia del amor", de Nicole Krauss. No se dejen engañar por el título, no hace justicia al contenido. Una obra maestra de una escritora norteamericana muy joven, que estuvo el año pasado dando una exquisita charla en el Filba (¡aquí la entrevista que le realizó Juana Libedinsky!).
Personajes entrañables que se entrecruzan de maneras inesperadas, una muy cuidada edición, resultan en un objeto editorial poco convencional, casi lúdico. Absolutamente recomendable. Estoy a la espera de su primer novela, "Man walks into a room", que desgraciadamente no ha sido publicada en español y se consigue únicamente en EEUU.


Otra escritora mu joven, esta vez argentina, Samanta Schweblin, de quien sólo tuve oportunidad hasta ahora de leer un volumen de cuentos, "Pájaros en la boca", cuyas historias, atrapantes y escalofriantes, sumado a su modo de narrar, la convierten en una escritora definitivamente única.



Estoy leyendo "La conjura de los necios", de John Kennedy Toole, terriblemente delirante y muy divertido. A pesar de sus márgenes inexistentes, interpalabrado (¿puedo decir tracking, aunque sea léxico de designer?) e interlineado muy difícil, y una traducción extraña, se deja leer. Me gustaría leerla en el inglés original, A Confederacy of Dunces. De mientras, ésta es la versión que encontré. Los personajes si bien son disparatados, no dejan de ser fieles retratos de la sociedad actual. Veremos si supera a "La Biblia de Neón"...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Mi cumple feliz

Siendo hoy el día de mi cumpleaños, a modo de festejo, les quiero regalar un cuento... así que sale una historia a pedido! Si, si, leyeron bien, a pedido.

Será una historia de cumpleaños feliz? Infeliz? Una de terror? Una comedia? Qué intriga...

Los que quieran participar, sólo tienen que escribir un tema o una frase inspiracional, aquí, en los comentarios.

Vale todo. ¡Los espero!

martes, 1 de septiembre de 2009

El encuentro (2º parte)

Mi amigo parecía seguir interesado en seguir charlando. Así que tomé coraje para continuar la conversación.
– ¿Y ustedes a dónde van?
– Nosotros estamos yendo a cenar.
– ¿A dónde? – noté cierto desagrado en el rostro de la chica
– A todos contentos.
– Ah, es un buen lugar. – mi amigo sonreía, la chica parecía intranquila (¿habrá adelgazado?), y miraba hacia atrás cada vez con más frecuencia. Me pregunté si se habría olvidado algo, o si tendría que estar en otro lugar en ese mismo momento. Ante tamaña muestra de negación a la charla, me forcé a hacer un comentario amable...
Nos tenemos que encontrar otro día, a tomar algo los cuatro, más tranquilos, ¿no?
– Sí, si, seguro. – respondió mi amigo, asintiendo sin dejar de sonreir.
– Además así conozco a la gorda.
– Bueno, que pasen bien. Qué lindo verlos.
Fue ahí que
hice el último intento de levantar un momento inlevantable...
– Che, y por favor, acordate de subir fotos de ustedes más recientes. Ni ví las de su casamiento, ponete las pilas, que las que ví por última vez eran de hace seis años. – ella ya ni siquiera miró y casi podría decir que empujaba a mi amigo.

Después de un rato de caminar, quise hacer un comentario
a mi novio al respecto – Me pone tan contenta verlo bien, vos sabés que estaba de mal la última vez que charlamos... Más que nada por la gordita, imaginate, tan chiquita... – El me miraba como si fuera un ET, no sé por qué – Camila se llama, una gordita divina, pelirroja. Me pregunto a quién habrá salido...
A ella no se le parece en nada.

El encuentro


– ¡Hola! – dijo una voz, en plena calle, hice de cuenta que no escuchaba nada y seguí caminando.
– Hola, ¿no me reconocés? – dijo la voz, insistente. La cara se me apareció borrosa en medio del barrio chino. Era una de esas noches donde el tiempo parece quieto. El calor aún no había dejado a la ciudad. La calle estaba rodeada de lámparas, guirnaldas, y gente caminando. Una mezcla de aromas invadía el aire, que lo repartía impune. El chico de la voz podría ser... cualquiera. Me acerqué unos pasos para ver si mis ojos lograban reconocerlo.
Si, en efecto, era un viejo compañero de trabajo. Estaba con su mujer (la recordaba más alta), de modo que la saludé, y les presenté mi novio a ambos. Realmente me puse muy contenta de encontrarlo.
– ¿Cómo estás, tanto tiempo? ¿Qué es de tu vida?
– Todo bien, acá, paseando un poco. – recordé que tenía una hija muy linda.
– ¿Cómo está la gorda? Debe estar enorme. ¿Cuántos años tiene ya? – pensé que cuatro.
– Seis. Si, está enorme.
– Qué bueno, me alegro mucho. Tenés que subir fotos de tu hija, ¡la tenés oculta!
– Si, es cierto, hace mil que no subo fotos... prometo.
– Che, me pone muy contenta verlos juntos. Se los ve muy bien, me alegro que hayan campeado la tormenta. – mi amigo sonreía, parecía contento. Me pareció que ella miraba hacia el piso, y que la sonrisa se le desdibujaba (¿no tenía el pelo largo?). Sabía que habían pasado tiempos difíciles. Me parecía muy tierno verlos tan bien, sobre todo por la petisa. – ¿Van a comer a algún lado? – mi novio me miraba raro, no sé por qué.
– No, no, venimos del cine. Y ya nos estamos volviendo. – ella parecía inquieta. Daba vueltas con el pie sobre el piso, giraba un poco el cuerpo, como si ya quisiera irse. Me pareció que era una lástima, hasta ahora, nunca la había conocido en persona...


(continuará)

jueves, 27 de agosto de 2009

Recomendados

Paso links de cuentos muy buenos de unos amigos

Origen Ramero

La puta pituca

Una muy buena historia de una amiga taan cercana que soy su ex-vecinita
(des)encontrada

Uno de historietas
Azucar Negro

¡Que los disfruten!
Mis saludos y felicitaciones a los autores :D

sábado, 15 de agosto de 2009

Recreo3!

Y me tenté una vez más... :D
Esta vez, Tilcara, en Jujuy


Ciudad de Salta. Humahuaca, provincia de Jujuy

Humahuaca, Iruya y Purmamarca

Recreo 2!

Un poco más...
Vista de Iruya, las Salinas Grandes, en Jujuy, un pueblo llamado Iturbe, y una escuela en Humahuaca.

Recreo!

Un recorte de las vacaciones.
Un paseo por Iruya, pueblo de ensueño, en Salta. Espero que disfruten tanto como yo.

martes, 21 de julio de 2009

Prolongación de Intermezzo

Amigos, se me alargó el intermezzo... los aires del norte han dilatado algun tipo de aparición en este blog. Me he tomado unas cortas pero necesarias vacaciones.

He notado algunos trastornos que evidencian la desconección del cerebro (aunque la ausencia haya sido por unos pocos días). Los síntomas de que los aires del norte han afectado el normal funcionamiento de la vida civilizada en la gran urbe que encontré son:

- Olvidar la cantidad de monedas que se necesitan para pagar el colectivo a horas tempranas.

- Despertar en medio de la noche sin saber que donde estás durmiendo es tu propia casa.

- Estar trabajando frente a la máquina y olvidar cómo se hacía una de las operaciones.

- Un claro despiste en el funcionamiento general de la casa en cuestión.

- ¡Los días son demasiado largos sentada tras un monitor!


¿Debería estar atenta a algún otro tipo de síntoma? Los quiero y prometo volver pronto al ruedo con más historias

La sortijera

miércoles, 3 de junio de 2009

Intermezzo

La calle se aleja con sus ruidos y su sinfin de autos. Los edificios se imponen en el cielo, lo arañan, lo buscan. Las ventanas se iluminan como pequeñas viñetas, y entregan su historia a quien quiera ver...

domingo, 24 de mayo de 2009

El colectivo


¿Ahí viene el colectivo? Ah, ¿no? El 39 es terrible. Encima que se está por venir Santa Rosa en cualquier momento. ¿Ve esas nubes? Son de lluvia. Y cuando el viento se está quieto así, es porque ya se viene. Le digo que sí, estoy segura. Y el colectivo que no llega... Se me van a marchitar las flores de tanto esperar.
¿Y hace cuánto que está esperando usted? Veinte minutos… Bueno, esperemos que llegue pronto. Qué macana.



Le digo que este mundo está hecho sólo para los jóvenes. No se piensa en una señora mayor. Fíjese que hace media hora que estamos acá esperando el colectivo. Y tengo que llegar antes de que me agarre Santa Rosa. Vea, llevo este medallón siempre conmigo, ellos me protegen. Acá está mi marido, que Dios se lo llevó hace veinticinco años, y del otro lado mi hijo Carmelo, que me lo quitó hace cuatro. Una desgracia tan enorme, tan buenas personas si usted viera. Un accidente se llevó a mi marido… lo pisó un colectivo. Terrible, ni me diga.

Usted pregunta qué le pasó a mi hijo. Y, sí, me lo llevó también; una desgracia terrible. No tiene explicación, estas cosas nunca la tienen. Pero es la vida, ¿no? Fue un ataque al corazón, así, repentino. En medio de la calle le agarró. En la parada del colectivo. Y me quedé así, sola. La verdad es que me quiero ir con ellos. Ya no tengo las fuerzas. No, esta vida ya no vale la pena para mí. Por mis nietos, sí, pero nunca tienen tiempo. Y quién, digo yo, tiene ganas de estar con una vieja. Nadie.

Si no fuera por Frank estaría sola todo el día. Se llama así por Frank Sinatra, claro. Es muy inteligente, si usted viera, casi humano. Hace todo solito, ni molesta. Es buena compañía, querido. Está la Mary también, que vive enfrente, y que cada tanto me golpea la puerta para ver si estoy viva. Para avisarme de la reunión de consorcio, o del drama de la del 3º C, o si necesito algo del almacén. Cosas así.

La pierna me tiene a mal traer, unos dolores, mire. Está bien, hijo, tómese un taxi. Ah, ¿me puede arrimar? Qué generoso. Si no fuera por la gente buena de corazón, este país se iría al tacho. Le agradezco tanto. ¿Hasta dónde va? ¿Y yo en Güemes tengo un colectivo que me lleve después? Ah, el 39 nomás. Bueno. Por lo menos me acerco un poco antes de que empiece... que Santa Rosa no perdona.



¿Hace mucho que espera el colectivo? ¿Cuarenta minutos? Qué barbaridad. Qué suerte que recién me acercó un muchacho – amoroso – en taxi hasta acá. Qué cosa estos colectivos. ¿Pasará algo con la línea? ¿O la calle? Vio que si cortan una no nos enteramos. Pueden pasar días y ni se sabe. O los paros, una desgracia. Es una barbaridad lo que pasa en este país. Pero usted es joven querida, qué problemas puede tener. Ah, no llega al trabajo. Claro.

Vea, ya está por empezar a llover, se viene Santa Rosa, le digo. No quiero que me agarre allá porque creo que no vuelvo. Sino me voy a tener que quedar con ellos. Ah, no le conté, mi hijo y mi marido están allá, en Chacarita. ¿Le gustan las flores? Sí, son sencillas, pero lindas. Rico perfume, mire. Le dejo una. Si total no van a notar la diferencia.

¿Y se toma un taxi? Qué gentil, voy con usted entonces. Hasta Honduras. Bueno, ¿eso está más cerca del cementerio? Bueno querida, está bien. Le agradezco tanto... la pierna me está matando.



¿Una hora hace que espera acá? Qué barbaridad, es una locura, una locura.
Mire, ya empezó. Se vino Santa Rosa nomás. Qué macana. Si, estoy segura.

¿Hay paro del 39? No me diga, que cosa de locos. ¿Usted para dónde va? Ah, yo soy de ahí nomás, qué casualidad. Y bueno, me tendré que volver a casa, no quiero que me agarre la tormenta, y sin colectivo para volver… me subo, gracias, querido. No le digo, este medallón me protege, mi marido y mi hijo, mire. Yo creo que me cuidan desde el cielo. Usted no se vaya a reír, pero, ¿sabe una cosa? Nunca pude llegar al cementerio.


(Para mis abuelas Tania y Lucy)

El colectivo - publicado en Perfil

Más felicidad, imposible

jueves, 21 de mayo de 2009

Intermezzo (2º)

Desde la ventana del bar se vislumbra la calle con su vereda desdentada, la gente que avanza, invisibles unos a otros, como condenados a un baile sin fin. Se escucha de lejos el rumor de los autos y colectivos que parecen danzar con armonía extraña... Por la vereda avanza a paso lento una señora, bajita y austera, que se detiene en la parada del colectivo...

martes, 19 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) - 3º parte

...
Las chicas hacen una breve pausa y le dan respiro a la lengua por unos segundos.

– Como te decía, el tema se me fue complicando. Se me fue de las manos. Porque con él estaba todo bárbaro, te juro me fui dando cuenta de que no era tan superficial como yo pensaba...
No sabés, justo cuando se estaban por vencer los dos meses que había puesto de plazo para la relación, Nelson me dijo que estaba enamorado de mi. Muy enamorado. Tremendamente enamorado. Que no me iba a perder por nada del mundo, que era lo mejor que le había pasado, que era el amor de su vida... Y que estaba averiguando cómo hacer para transferir su trabajo a Uruguay, viste que es diseñador.

– ¡No me digas! ¿Y entonces qué le dijiste?

– Nada, qué le iba a decir. Me quedé muda del asombro. Lo que menos me iba a imaginar era que se iba a querer ir conmigo a mi falsa ciudad natal. ¿A quién se le iba a ocurrir que eso podía pasar? y entonces me le largué a llorar, creo que de la perplejidad, o mejor dicho, de la bronca que tenía conmigo misma. Y entonces me dijo: "Pero qué te pasa Anita, no querés que vaya con vos?". No sabés lo que me revienta cada vez que escucho mi nombre falso...
Me podría haber resignado a perderlo, dejar que me busque por todo Uruguay hasta que se diera cuenta del teatro que le había armado, pero me pareció muy cruel. Me imaginé que una vez allá no iba a tardar mucho en darse cuenta de que no soy montevideana... Pero no pude, no pude dejarlo... Este chico es como una droga para mi, te juro que nunca estuve tan enganchada con nadie, de verdad...

– Y la tuviste que pilotear...

– Claro, ¿sino qué iba a hacer? Obvio que le dije que lloraba de alegría, de emoción. De lo contenta que me puso saber que se quería venir conmigo. Y se puso chocho, feliz. No paraba de besarme y abrazarme, diciendo que lo hacía taaaan feliz. Me quería morir, te juro.
Al día siguiente ya había comprado los pasajes y ya estaba estudiando departamentos para alquilar juntos, ¿me entendés? Y entonces consideré que tenía dos opciones: o le decía toda la verdad, y me quedaba acá en Buenos Aires, o... seguía mintiendo y nos íbamos juntos a Montevideo...

– ¿Y qué elegiste?

– La verdad es que me fue muy difícil, realmente nunca pensé en la posibilidad de irme a vivir afuera... y qué se yo... me pareció que podía ser interesante conocer otros lugares, gente nueva... Probarlo como algo temporal, a ver qué tal nos iba juntos.

Le dije que sí, que nos íbamos juntos a Uruguay.

Ya pasaron dos meses desde que estamos viviendo juntos allá. Volví por el cumple de mi abuela, le dije que me iba a visitar a mis amigas argentinas, claro...

Lo que más me sorprendió, cuando llegamos, es que se adaptó rapidísimo, yo me perdía en la cuadra a la redonda, y el iba y venía como pancho por su casa, se aprendió las paradas de los colectivos, los horarios, las combinaciones, ¡todo!

Una vez hace poquito nos encontramos con un amigo suyo en la rambla, un amigo de la infancia, que mirá vos qué curioso, vivía en Montevideo. Lo invitó a cenar esa misma noche. Me re-gustó, porque acá en Buenos Aires parecía que Nelson no tenía muchos amigos, me pareció super copado. La misma tonada que él. Cuestión es que fuimos a la noche a cenar, y no sabés, resulta que se encontró con un montón de amigos de la infancia, él estaba feliz, no paró de hablar en toda la noche. Debatieron sobre montones de cosas, de blancos y colorados, de las elecciones, de cómo estaba llevando el tema de las papeleras Tabaré Vazquez... y más cosas que ya no me acuerdo. Y re-copados, dijeron de ir un fin de semana todos juntos a Punta del Este de paseo, a recordar los churros de Manolo... re bien, no sabés.

Me re-gusta Uruguay.

(fin)

lunes, 18 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) 2º parte

....
– Qué más le inventaste, digo, además de tu nombre y carrera falsa.

– Te juro, me muerdo los labios de la bronca que me da ahora. Como el flaco me dijo que vivía en Buenos Aires, y como para que quede todo acá –en las vacaciones quiero decir– y sea claramente una cosa así, pasajera, le empecé a inventar que era de otro país. De Uruguay.

– Pero si nunca fuiste a Uruguay. ¿Qué más le dijiste?

– Que estaba acá en el país de vacaciones con mis amigas argentinas, y que me quedaba dos meses más en Buenos Aires, por el trabajo de mi viejo. Que después de ese plazo me volvía a Montevideo. Todo para no engancharme...

– ¿Y entonces qué pasó?

– Nos quedamos charlando, tiene una tonada divina, medio que parece cantito, ¿viste? Esa noche me hizo reír mucho, con las palabras raras que inventa. Es tan gracioso. Pegamos re buena onda, y estuvimos a full, pegoteados todas las vacaciones, a las chicas no les pude dar mucha bolilla.

Mientras estuvimos en la costa me llevó a todos lados, a cenar, a bailar, no nos separamos ni un minuto. Te juro que me encanta, es un dulce. Lo más difícil es tener que seguir mintiendo.

– ¿Pero por qué mentirle?¿Por qué no le podías decir la verdad?

– ¿Estás loca? Si llega a descubrir que le mentí, ¡se pudre todo! Me dijo que ODIA la mentira, que si hay algo que no tolera es la mentira. Me siento horrible, pero no puedo cortarla ahora, ya me hundí demasiado... dejame que te cuente.

– ¿Y entonces? ¿Qué pasó cuando volvieron?

– Al principio todo seguía bárbaro, con el embale de que en dos meses me volvía a Uruguay, todo se aceleró. A la semana de estar juntos en Buenos Aires, me dijo el primer "te quiero", y yo no supe qué responderle. Sólo lo besé.

Y yo como una monga pensaba que a mí no me pasaba nada, y al día siguiente me dí cuenta de que estaba atrapadísima. Fuimos a comer a Mc Burguer y de pronto vino una minita que lo saludó super cariñosa, todo sonrisitas, le preguntó cómo estaba su familia, que hacía un montón que no se veían... y a mí ni me registró. Parecía del interior. Los miré con odio fulminante. Y ya estaba por levantarme y tirarle todas las papas fritas en la cara cuando de pronto Nelson me miró y dijo: "te presento a Ana, mi novia". Casi me muero de un infarto. Ni me imaginé que iba a decir eso, y ubicar a la minita así. Me encantó. Me pareció genial.

– ¿Así que se llama Nelson? No me habías dicho. Si tiene nombre es porque ya lo incluíste en tu vida...

– Si, se llama Nelson. Tiene una tonada divina, medio que parece cantito, ¿viste? Es del interior. ¿Puede ser que porque sea del interior todo le cause gracia? No entiendo, todo le causa gracia. Desde que empezamos a estar juntos que me empezó a volver loca con preguntas de mi familia, de mi casa, de mi país. Y lo venía bicicleteando y bicicleteando, y llegó un momento que empecé a contarle porque no daba para más. Entre nos, qué bueno que existe Google...
Como te decía, todo le causa gracia: si le cuento que tengo a mis primos en Panda se ríe, si le digo que me encantan los churros de Manuel de Gorlero, se retuerce de risa, le digo que me copa lo inteligente y buena persona que es Cabaré Vázquez se ríe hasta llorar. Yo no sé por qué se ríe tanto, si le estaba hablando re-seria...

(continuará...)

sábado, 9 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) - primera parte

El mozo deposita una taza sobre la mesa, el saquito de té y la jarra de agua caliente. Con agilidad de malabarista, en un revoleo coloca a su lado un vaso alto, y vuelca el contenido de una botella, deteniéndose en el momento exacto donde la espuma llega al límite. Las chicas, embelesadas en medio de la conversación, apenas registran sus movimientos. Las frases se superponen, se pisan, se complementan. Hasta que una empieza...

– ¡Qué bueno estar acá con vos! ¡Te re extrañé loca! Desde hace mil que te quería contar, no sabés lo que me pasó el verano pasado... me metí en un lío...

– ¿Qué pasó? Contame ya.

– Viste que me fui a a la costa con las chicas, ¿no? Bueno, la pasamos bárbaro, la playa espectacular, unos días increíbles, cero lluvia, salíamos todas las noches, re copado, y bueno, una de esas noches conocí a un flaco...

– ¿Y? ¿Te enganchaste?

– Pará, dejame que te cuente. El flaco me encantó, era re lindo, morocho, alto, una sonrisa que te mata, viste cuando mirás a alguien y como que te encandila, te quedás re flasheada. Bueno, se me acercó en un boliche, una de las primeras noches que fuimos a bailar. Estaba en la terraza, viste esos decks de madera sobre la playa, bailando reguetón, y bueno, se me acercó y se puso a bailar conmigo, y qué querés que te diga, yo me derretí. Bailaba increíble, no sabés cómo se movía... no sé, no lo puedo explicar, es esa química instantánea, como cuando sabés que tenés piel... y que no es el flaco para vos.

– ¿Pero por qué decís que no es para vos?

– Y, qué se yo, no sé, ¿cómo te explico? Masticaba chicle, tenía el pelo con gel así, todo parado, musculosa, pantalones anchotes. Toda la onda el flaco, pero en ese momento sentí que no era mi estilo, ¿viste?

– No entiendo por qué no, ¡no seas cerrada!

– No sé loca, ¿te tengo que explicar todo? ¿Quién carajos usa anteojos de sol de noche en un boliche, me querés decir?- paró de hablar un segundo para tomar un poco de coca-cola.

– Ok, entiendo. ¿Y entonces qué pasó?

– Y bueno, todo bien que teníamos la re piel, pero bueno, que se yo, en el momento no me dió... yo no quería engancharme con nadie, estaba de vacaciones con mis amigas, en plan de joda.La verdad que no quería volver a tener que darle ninguna explicación a nadie. Desde que corté con Luis como que no quería volver a ponerme de novia... Pero eso ya lo sabés. No sé, me quería hacer la liberal, la que me podía garchar a cualquier tipo y que iba a poder manejarlo todo bien... fui re boluda, no te lo puedo explicar...

– ¿Qué hiciste?

– Nada, empezamos a charlar, así muy cerca porque no se escuchaba nada con la música a todo lo que da... y me hablaba así, muy cerca del oído, no sé por qué me gustó tanto... Empezamos a transar, ahí, en medio de la pista, te juro que sentí que el reloj se paraba, como cuando estás enfrascada en la tuya, que no te importa nada, y sentís que naciste para ese momento... una sensación muy rara, toda la química del mundo, ¡no sabés! y después de un rato, nos fuimos a la barra a pedir algo de tomar, él se pidió un mojito y me invitó con un trago.

– ¿Qué te pediste?

– Un sex on the beach.

– Interesante.

– Bueno, y me preguntó qué hacía, cómo me llamaba, la típica... y fui tan pero tan pelotuda... Estaría todo tan bien ahora... Le dije que me llamaba Ana, que estudiaba Letras. No sé, le empecé a inventar toda una historia. La re cagué, no me mires así, ya lo sé, pero en el momento me pareció de lo más divertido. Típico, que conocés un flaco y te aburrís de tener que decir tu nombre y todo... Qué se yo, mirá si el tipo es un clavo y después te persigue por todos lados... No me vas a decir que nunca le diste un teléfono falso a un flaco.

– Si, obvio que alguna vez lo hice. Pero esto me suena a que te enredaste más que eso...

(continuará...)

martes, 17 de febrero de 2009

Intermezzo

El mozo apura el paso, llevando una bandeja de café humeante. Voces que se superponen, se precipitan, se acotan. Un hombre entra al bar, toma un diario y se sienta. Hojea sin curiosidad el menú, prueba acercarlo y alejarlo de los ojos. Tiene más de media vida a cuestas. Líneas en la frente delatan preocupación en extremo por algo quizás nunca vivido. El aspecto es algo descuidado, un retro auténtico. Al lado, una señora grandota toma el té con otra mujer, los colores vibrantes en pelo y rostro, la voz aguda, la risa que sale primero suave para luego estallar, de tiempo encerrada. Y dos chicas, en la mesa de enfrente, charlan y sacuden sus manos en gestos desenfrenados, convencidas de que el mundo es aquí y ahora...

martes, 10 de febrero de 2009

Calesitando


La calesita del Zoo es una de las más lindas del barrio... ¿acaso no destila glamour y sofisticación?

lunes, 9 de febrero de 2009

Hoja en blanco (3º y última parte)

... La toalla terminó de sacudir los últimos vestigios nocturnos y fue ahí cuando empecé a ver con mayor claridad. Las gotas absorbidas quedaban en la toalla perdidas, y no pude evitar recordar la fuga de las palabras. Y entonces me di cuenta. Cuando pasé por el living fue aún más claro. La computadora encendida estaba en blanco, no tenía foto en el escritorio ni protector de pantalla, como hostil a las ideas. Las paredes opacas estaban desnudas de cuadros o dibujos que antes vestían. La ventana asfixiaba con su desgracia de hueco de aire y luz y vista a pared descascarada por años de desidia. Había desaparecido de mi casa todo vestigio de palabras o ideas. Parecía la casa de otra persona que había impregnado su maldición en las paredes.

Me di cuenta de que si quería recuperar las palabras tenía que salir. Me vestí como un rayo tomé unas pocas cosas y salí. Empiezo entonces a recuperar las palabras: los carteles, la gente, los autos, los lugares, todo parece hablarme en un idioma que antes parecía ininteligible.

Y eso me trae a donde estoy ahora, tratando con la birome en la mano y el papel expectante. Pruebo dibujar algunas letras, y esta vez no escapan. Alguien entró al bar, puedo verlo en el reflejo del vidrio. Y quizás con él, una historia.

(fin)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Hoja en blanco (2º parte)

– Hola Cecilia, buen día.
– Hola Ana, ¡Qué voz que tenés! – La frase me dio un buen pie.
– Es que no me siento bien, me duele la garganta y estoy con fiebre. No me siento bien como para ir al laburo.
– No te preocupes, que te mejores.
– Gracias, besos. – y con el clic de la orquilla quedé liberada de mi mayor obstáculo.

Con mi independencia recién ganada y los ojos secos de imágenes que se me ocurrían ajenas y confundidos por sueños sin respuestas, me dejé llevar hasta el baño. Agradecí en secreto por no tener que ponerme infinitas capas de ropa a los apurones para rematar con los miles de accesorios que no deben ser olvidados, el ponerse la campera, que se siente ya pesada, muy pesada, como vistiendo obligaciones. Y agradecí también el no tener que lanzarme a la calle como flecha endiablada, corriendo por el tiempo de otro, por las preocupaciones de otro que se transforman en propias, por poder recuperar el mío.

La piel desnuda recibió el agua y se desprendió del día que no fue, las gotas que parecen golpear la rutina, ablandar la carne que pierde rigidez y cede, se relaja. Cerré los ojos y se me antojó que se sentía como el sol en verano, y juraría que sentí el aroma del pasto húmedo...

(continuará...)

viernes, 30 de enero de 2009

Recreo



" (...) desde hace tiempo que trato de escribir pero las palabras me esquivan, garrapatean sobre el papel, salen corriendo y escapan, ajenas a mi voluntad. Las veo irse, escurrirse por los márgenes de la hoja sin que pueda retenerlas. Bajan por las patas de la mesa y se pierden en las grietas del parqué."

Encontré esta imagen y me pareció más que ilustrativa para el cuento "Hoja en blanco".
Campaña de Amnesty International


jueves, 29 de enero de 2009

Hoja en blanco (1º parte)

No sé por dónde empezar. Se supone que es algo simple, con apoyar la birome sobre el papel debería ser suficiente para poder empezar. Veo los granos de azúcar hundirse en el café y desearía ser uno de ellos, sumergirme en un mar quieto y verde, nadar despacio, con los ojos abiertos mirando sin ver, en la nada infinita. Como antes, cuando era fácil y las palabras venían sin pedirlas. Pero lo que me sucedió aún me agita, mientras miro el café que humea y busco historias en el reflejo de los vidrios del bar.

Sólo me queda un gran vacío blanco, la lapicera cerca de la hoja, y nada ocurre. Aún no han vuelto. Sé que suena extraño, pero es que desde hace tiempo que trato de escribir pero las palabras me esquivan, garrapatean sobre el papel, salen corriendo y escapan, ajenas a mi voluntad. Las veo irse, escurrirse por los márgenes de la hoja sin que pueda retenerlas. Bajan por las patas de la mesa y se pierden en las grietas del parqué.

Pero hoy la mañana se me apareció distinta a otras. Mientras el cuerpo parecía lejano envuelto en nubes de algodón y se despedía de los últimos susurros de la noche –que parecían ajenos, como pensamientos de otra persona –, algo empezó a transformarse. Como un despertar, podría decir. Otro tipo de despertar. Supe que tenía que investigar por qué las palabras me esquivaban.

¿Qué pasaría si me detengo un rato, si me dejo quieta, como flotando en un mar frío y verde, el cuerpo contraído como un ovillo, para luego soltarse y fluir, como nadando sin ver? Y mis pies aún torpes e independientes decidieron recorrer el trecho que separa mi cama del living para detenerse en el teléfono. Una mano levantó el tubo mientras la otra marcó los dígitos que me desatarían. La voz dormida y ajada por horas de silencio desgranó unas pocas palabras...

(continuará...)

Primer sortija

¡Va la primer sortija entonces, como para calentar motores, le falta pulir un poco pero la idea ya está...

La hoja en blanco muchas veces paraliza y la vorágine cotidiana contribuye a enajenarnos... ¿qué pasaría si en medio del caos y el estrés hiciéramos un alto para re-encontrarnos?
Que lo disfruten!

miércoles, 28 de enero de 2009

Ni lenta ni perezosa

Viajando en calesita es una invitación a disfrutar de un viaje particular, caleidoscópico, fragmentario. Es una invitación a pasear, a volver a disfrutar de aquellas bondades de la vida en esta gran urbe de cemento llamada Buenos Aires, a respirar aunque sea por un rato un aire diferente con gusto a recreo. Un viaje corto como los cuentos, esos potentes transformadores de realidad dosificados en pequeñas cantidades.

Algo está claro: uno nunca sale de la calesita del mismo modo en que entró. Apenas arranca, el aire se electriza ante la búsqueda de aquel objeto de deseo: la sortija. Nos recorre una ansiedad loca ante la vuelta interminable, hasta que el señor de la sortija se digne a aparecer. Entonces estamos atentos como linces al revoloteo de las manos que se superponen; vemos a la sortija bailar sola y estamos seguros de poder alcanzarla. Para los audaces, el duelo a muerte con el sortijero es inminente, para los más tímidos, la oportunidad de brillar. Y cuando la música se termina y la calesita se detiene nos toca bajar. Extasiados por sacar la sortija o puchereando por lo bajo, la transformación es inevitable.

Ojalá haya sortijas para todos.