Mi sistema de calefacción es lo más parecido a tener un tren en casa. Esta caldera del demonio ruge como dragón en celo.
Lo que me recuerda una linda historia*.
Resulta que los primeros parientes de mi bisabuelo en venir a la Argentina, sus tíos, le escribían a la familia en Alepo, Siria, para contarles lo bien que estaban. Mandaban muchas cartas, en las cuales relataban todo. Que habían llegado y estaban muy felices, que habían conseguido trabajo, que incluso se habían comprado un tren. ¡Un tren! ¿Quién sino alguien muy poderoso puede comprarse un tren? Ante la evidencia de que este indudablemente era un país rico y generoso, mi bisabuelo decidió venir a la Argentina con su mujer y su hijito (mi abuelo, que apenas tenía dos años).
Los giros idiomáticos son extraños y engañosos.
Parece que lo que en realidad le quisieron decir era otra cosa, que en árabe era muy parecido*2.
La sorpresa de mi bisabuelo debe haber sido grande cuando se encontró con que más que tren, lo que sus parientes se habían comprado era en realidad una estufa.
De cualquier modo, debe haber tenido calor de hogar suficiente, con once hijos y cualquier cantidad de nietos y bisnietos. Pero esa, es otra historia.
* Los personajes pueden o no coincidir con la historia original. Siempre me olvido algunos detalles pero guardo la estructura, es posible que no sea fiel del todo a la realidad. *2 Lamentablemente no sé árabe para comprobarlo.
Si, tengo otra confesión que hacer.
Me da mucha vergüenza hacerla.
Uno. Dos. Tres.
Soy fan de Toto.
Si, de esa banda americana ochentosa, de baladitas y otras no tanto.
La banda de esos chicos impresentables (como comprobé después cuando apareció youtube) dueños de unos cuantos hits de Aspen como Hold the line, Africa, Rossana, Pamela,99, y de otros tantos nombres de chicas.
Si, soy fan de esa banda que usa algunos recursos medio grasunes de los ochenta.
Pero qué se le va a hacer.
Me gusta.
Junto con ReoSpeedwagon, eran mis favoritos a los dieciséis.
Y si bien con Guille compartimos algunos gustos musicales, yo definitivamente no puedo escuchar a Dragonauta y permitir que me vuelen los sesos, así como a él definitivamente no le gusta escuchar algo que considera con tan poca onda, viejo y retrógrado como mis amigos de Toto.
Cuando vinieron a la Argentina hace como 4 años, en la gira de despedida por su jubilación, decidí que después de tantos años de escucharlos, no podía quedarme afuera de tan importante acontecimiento. Le pregunté a Guille si quería ir y su respuesta fue negativa. "¿Si te invito venís? ¡Necesito alguien que me haga el aguante!". Aceptó a regañadientes. En la calle camino al teatro, me daba vergüenza ajena las remeras, los vendedores ambulantes, todo. No sé por qué: es como si me sintiera mal por ser un poquito grasa.
La cuestión es que el recital fue bastante decepcionante. Para empezar, el líder de la banda, el señor Steve Lukather (creo)vestido como rockero retro, preguntó: "¿Hay algún músico en la sala?" A lo que el auditorio respondió con un 80% de manos levantadas. Lo miro a Guille levantando la mano y casi lo muerdo. Acto seguido, mis ídolos se dedicaron a tocar rock como mejor les sale. Resulta (ahí me enteré) que son unos tremendos animales y músicos del carajo como sesionistas.
Esto quiere decir, que se la pasaron improvisando y haciendo trucos para que lo disfruten aquellos que tienen los oídos bien entrenados.
Cuando miro para el costado, con el solo de batería, lo veo a Guille que sonríe más feliz que perro en cancha de bochas. "¿Te das cuenta? ¡El batero es un animal! Son unos grosos".
Y yo me quería matar al ver que el tiempo pasaba y sólo escuchaba más y más ruido. Y después del solo de batería, vino el solo del bajo, con un tipo que parecía salido de una Harley Davidson, pero de ochenta años. Y después el solo de guitarra, y así.
Nada de baladitas. Por ahí algún hit, y varios temas que no conocía.
El colmo fue cuando apareció en escena el muchacho que canta agudo en Africa, Bobby Kimball debe ser, devenido en un gordito vestido de texano que parecía más borracho que una cuba y lo único que hacía era arruinar los temas desafinando horriblemente. Desee que venga un gancho gigante y lo saque, pero no sucedió.
***
Cuando me fui de viaje en junio, no me llevé mi pequeño ipod. Se lo dejé a Guille para que lo use y disfrute, con la licencia de borrar todo su contenido y usar a su antojo.
Y cuando volví, me sorprendí.
El aparatito había quedado clavado en el playlist de Toto.
No me aguanté. "¿Che, estuviste escuchando a Toto?"
Me miró y me sonrió. "Te extrañé"
Si, me da vergüenza ajena este video. Realmente.
¿Por qué tenía que aparecer youtube? Era más feliz antes.
Blackbird reclamaba musicalizar el post entonces,
aquí está el tema que le da nombre a este texto.
El cover que manda Blackbird. Mucho mejor que ver a Boby Kimball borracho. ¡Gracias!
... eran sueños del puro frenesí,
de escaleras mecánicas y bolsas con ropa,
con pisos y más pisos de maravillas,
una orgía de consumismo y placer,
shopping y más shopping.
Cuando volví el efecto duró unos días más,
y soñaba con mesas llenas de cosas lindas,
ropa y objetos, y buscaba regalos
que no encontraba.
Los sueños en Buenos Aires
... fueron al principio la continuación de los sueños de Nueva York, hasta que llegó la alienación total. Más bien fueron pesadillas, de esas que de tan reales te dan escalofríos.
Soñaba que tenía que diseñar eventos de un día para el otro todo el tiempo. El día que Guille tenía recital, soñaba que tenía que diseñar su evento también!
En los sueños-pesadilla aparecía gente que no conozco, que parecía buena gente, muy sensata, que ante tanto estress decidía renunciar en lugar de seguir soportando cosas que no querían para si mismos. "Pero tenés otro laburo? ¿Te vas a ir así?", le preguntaba (extrañamente consciente) al audaz. Me sonreía, y me decía que no, que no tenía otro trabajo. Y manteniendo esa sonrisa, me miraba y me decía: "Es que esto no da para más. No da para más". Y eso era todo. Así nomás.
Y nunca –salvo una suertuda vez–, pude volver a Nueva York en sueños (snif).
Por suerte pasé unos días por Rosario con Guille que vinieron más que bien. Y con Rosario llegaron unos sueños medio acuáticos que me recordaron al Tigre, como de paseo y de relax.
Lástima que el dueño de las aguas era el mismo que el presidente de la empresa.
Si algún día nos casamos, yo creo que en lugar del servicio religioso de un cura y rabino, tendrían que estar Longi y Cosgaya para darnos la bendición tipográfica.
Y dirían algo como: "Yo los declaro, en nombre de Sans Serif, marido y mujer"
Un paneo veloz de lo que nos dejaron las primeras elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires... Por mi barrio original segundo. A ver si alguien adivina dónde es! No vale que hablen los amigos eh!
Lo que más me divierte de esta cuestión, es el gesto de la expresión popular, que sale sin demasiada premeditación gráfica a intervenir y tomar los carteles por sorpresa.
Esto no quiere decir que no haya grupos comando del diseño, que como todos sabemos conforma el área de elite de la federal. O no.
Pero sí me apasiona es esto: la intervención gráfica, lo no pensado por el diseñador o agencia de turno... lo huecos o baches que hacen que alguien que tiene un par de luces prendidas vea la oportunidad de contar algo cambiando el sentido del mensaje. No voy a emitir mucha opinión porque me parece que hablan por sí solos.
Estaría bueno hacer una suerte de banco de imágenes de afiches intervenidos... Asi que el que tenga ganas de salir con cámara en mano para ir a votar, se agradece. ¿Vieron algo que les haya llamado la atención?
Cualquier colaboración desinteresada o interesada es agradecida.
Escribir a viajandoencalesita@gmail.com
Gracias!
El afiche épico de Pino.
Me pareció raro asociar al bulldog con el smiley pero bueno, da para todo.
Las narices de payaso estuvieron a la orden del día.
Parece que la campaña de narices coloradas se contagió a Santa Fe.
Dos por uno: smiley y nariz de payaso.
Algunas huellas en el subte, el que más me gustó. Absolutamente genial.
Y ahora la realidad nuestra de todos los días, claro.
Me quede un poco impresionada. Salía del trabajo como cualquier otro día, y mientras paso caminando por la farmacia del barrio escucho los gritos de la mujer que atiende, que solo puede gritar "no, no, no!", y la veo forcejear con tres tipos. Veo que se caen unos aparadores. Atónita y con el celular en la oreja, pienso si necesita ayuda y pienso en meterme. Reaccionó: si le están robando no soy de mucha ayuda. Voy al local de al lado ( se me ocurre que se deben conocer y que es mejor llamar de un tel de linea) y les pido llamen a la policía. El gordito no solo no llama sino que enfila a la farmacia. Me asomo después: los chorros ya se habían ido, pero la mujer estaba en shock. No se había dado cuenta de que en el forcejeo se había cortado la mano. Un chico con bastante personalidad estaba y aseguro q los vio cuando cruzaba la puerta se quedo de testigo. Una mujer entro con la hijita y le pregunto si estaba bien. Le decía que como estaban las cosas tenia que agradecer que solo le habían robado. Me parece que no, pero no es momento de decirlo. Y todavía siento el estómago retorcido, no me puedo sacar de la cabeza los gritos y la imagen del forcejeo. Ufff
Lo primero que me compré de ropa fue una calza azul, lo cual no sería grave de no ser poque elegí como su acompañante a un coqueto sweater rojo con tramas en blanco.
Soy una bandera!