martes, 17 de febrero de 2009

Intermezzo

El mozo apura el paso, llevando una bandeja de café humeante. Voces que se superponen, se precipitan, se acotan. Un hombre entra al bar, toma un diario y se sienta. Hojea sin curiosidad el menú, prueba acercarlo y alejarlo de los ojos. Tiene más de media vida a cuestas. Líneas en la frente delatan preocupación en extremo por algo quizás nunca vivido. El aspecto es algo descuidado, un retro auténtico. Al lado, una señora grandota toma el té con otra mujer, los colores vibrantes en pelo y rostro, la voz aguda, la risa que sale primero suave para luego estallar, de tiempo encerrada. Y dos chicas, en la mesa de enfrente, charlan y sacuden sus manos en gestos desenfrenados, convencidas de que el mundo es aquí y ahora...

martes, 10 de febrero de 2009

Calesitando


La calesita del Zoo es una de las más lindas del barrio... ¿acaso no destila glamour y sofisticación?

lunes, 9 de febrero de 2009

Hoja en blanco (3º y última parte)

... La toalla terminó de sacudir los últimos vestigios nocturnos y fue ahí cuando empecé a ver con mayor claridad. Las gotas absorbidas quedaban en la toalla perdidas, y no pude evitar recordar la fuga de las palabras. Y entonces me di cuenta. Cuando pasé por el living fue aún más claro. La computadora encendida estaba en blanco, no tenía foto en el escritorio ni protector de pantalla, como hostil a las ideas. Las paredes opacas estaban desnudas de cuadros o dibujos que antes vestían. La ventana asfixiaba con su desgracia de hueco de aire y luz y vista a pared descascarada por años de desidia. Había desaparecido de mi casa todo vestigio de palabras o ideas. Parecía la casa de otra persona que había impregnado su maldición en las paredes.

Me di cuenta de que si quería recuperar las palabras tenía que salir. Me vestí como un rayo tomé unas pocas cosas y salí. Empiezo entonces a recuperar las palabras: los carteles, la gente, los autos, los lugares, todo parece hablarme en un idioma que antes parecía ininteligible.

Y eso me trae a donde estoy ahora, tratando con la birome en la mano y el papel expectante. Pruebo dibujar algunas letras, y esta vez no escapan. Alguien entró al bar, puedo verlo en el reflejo del vidrio. Y quizás con él, una historia.

(fin)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Hoja en blanco (2º parte)

– Hola Cecilia, buen día.
– Hola Ana, ¡Qué voz que tenés! – La frase me dio un buen pie.
– Es que no me siento bien, me duele la garganta y estoy con fiebre. No me siento bien como para ir al laburo.
– No te preocupes, que te mejores.
– Gracias, besos. – y con el clic de la orquilla quedé liberada de mi mayor obstáculo.

Con mi independencia recién ganada y los ojos secos de imágenes que se me ocurrían ajenas y confundidos por sueños sin respuestas, me dejé llevar hasta el baño. Agradecí en secreto por no tener que ponerme infinitas capas de ropa a los apurones para rematar con los miles de accesorios que no deben ser olvidados, el ponerse la campera, que se siente ya pesada, muy pesada, como vistiendo obligaciones. Y agradecí también el no tener que lanzarme a la calle como flecha endiablada, corriendo por el tiempo de otro, por las preocupaciones de otro que se transforman en propias, por poder recuperar el mío.

La piel desnuda recibió el agua y se desprendió del día que no fue, las gotas que parecen golpear la rutina, ablandar la carne que pierde rigidez y cede, se relaja. Cerré los ojos y se me antojó que se sentía como el sol en verano, y juraría que sentí el aroma del pasto húmedo...

(continuará...)