domingo, 24 de mayo de 2009

El colectivo


¿Ahí viene el colectivo? Ah, ¿no? El 39 es terrible. Encima que se está por venir Santa Rosa en cualquier momento. ¿Ve esas nubes? Son de lluvia. Y cuando el viento se está quieto así, es porque ya se viene. Le digo que sí, estoy segura. Y el colectivo que no llega... Se me van a marchitar las flores de tanto esperar.
¿Y hace cuánto que está esperando usted? Veinte minutos… Bueno, esperemos que llegue pronto. Qué macana.



Le digo que este mundo está hecho sólo para los jóvenes. No se piensa en una señora mayor. Fíjese que hace media hora que estamos acá esperando el colectivo. Y tengo que llegar antes de que me agarre Santa Rosa. Vea, llevo este medallón siempre conmigo, ellos me protegen. Acá está mi marido, que Dios se lo llevó hace veinticinco años, y del otro lado mi hijo Carmelo, que me lo quitó hace cuatro. Una desgracia tan enorme, tan buenas personas si usted viera. Un accidente se llevó a mi marido… lo pisó un colectivo. Terrible, ni me diga.

Usted pregunta qué le pasó a mi hijo. Y, sí, me lo llevó también; una desgracia terrible. No tiene explicación, estas cosas nunca la tienen. Pero es la vida, ¿no? Fue un ataque al corazón, así, repentino. En medio de la calle le agarró. En la parada del colectivo. Y me quedé así, sola. La verdad es que me quiero ir con ellos. Ya no tengo las fuerzas. No, esta vida ya no vale la pena para mí. Por mis nietos, sí, pero nunca tienen tiempo. Y quién, digo yo, tiene ganas de estar con una vieja. Nadie.

Si no fuera por Frank estaría sola todo el día. Se llama así por Frank Sinatra, claro. Es muy inteligente, si usted viera, casi humano. Hace todo solito, ni molesta. Es buena compañía, querido. Está la Mary también, que vive enfrente, y que cada tanto me golpea la puerta para ver si estoy viva. Para avisarme de la reunión de consorcio, o del drama de la del 3º C, o si necesito algo del almacén. Cosas así.

La pierna me tiene a mal traer, unos dolores, mire. Está bien, hijo, tómese un taxi. Ah, ¿me puede arrimar? Qué generoso. Si no fuera por la gente buena de corazón, este país se iría al tacho. Le agradezco tanto. ¿Hasta dónde va? ¿Y yo en Güemes tengo un colectivo que me lleve después? Ah, el 39 nomás. Bueno. Por lo menos me acerco un poco antes de que empiece... que Santa Rosa no perdona.



¿Hace mucho que espera el colectivo? ¿Cuarenta minutos? Qué barbaridad. Qué suerte que recién me acercó un muchacho – amoroso – en taxi hasta acá. Qué cosa estos colectivos. ¿Pasará algo con la línea? ¿O la calle? Vio que si cortan una no nos enteramos. Pueden pasar días y ni se sabe. O los paros, una desgracia. Es una barbaridad lo que pasa en este país. Pero usted es joven querida, qué problemas puede tener. Ah, no llega al trabajo. Claro.

Vea, ya está por empezar a llover, se viene Santa Rosa, le digo. No quiero que me agarre allá porque creo que no vuelvo. Sino me voy a tener que quedar con ellos. Ah, no le conté, mi hijo y mi marido están allá, en Chacarita. ¿Le gustan las flores? Sí, son sencillas, pero lindas. Rico perfume, mire. Le dejo una. Si total no van a notar la diferencia.

¿Y se toma un taxi? Qué gentil, voy con usted entonces. Hasta Honduras. Bueno, ¿eso está más cerca del cementerio? Bueno querida, está bien. Le agradezco tanto... la pierna me está matando.



¿Una hora hace que espera acá? Qué barbaridad, es una locura, una locura.
Mire, ya empezó. Se vino Santa Rosa nomás. Qué macana. Si, estoy segura.

¿Hay paro del 39? No me diga, que cosa de locos. ¿Usted para dónde va? Ah, yo soy de ahí nomás, qué casualidad. Y bueno, me tendré que volver a casa, no quiero que me agarre la tormenta, y sin colectivo para volver… me subo, gracias, querido. No le digo, este medallón me protege, mi marido y mi hijo, mire. Yo creo que me cuidan desde el cielo. Usted no se vaya a reír, pero, ¿sabe una cosa? Nunca pude llegar al cementerio.


(Para mis abuelas Tania y Lucy)

El colectivo - publicado en Perfil

Más felicidad, imposible

jueves, 21 de mayo de 2009

Intermezzo (2º)

Desde la ventana del bar se vislumbra la calle con su vereda desdentada, la gente que avanza, invisibles unos a otros, como condenados a un baile sin fin. Se escucha de lejos el rumor de los autos y colectivos que parecen danzar con armonía extraña... Por la vereda avanza a paso lento una señora, bajita y austera, que se detiene en la parada del colectivo...

martes, 19 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) - 3º parte

...
Las chicas hacen una breve pausa y le dan respiro a la lengua por unos segundos.

– Como te decía, el tema se me fue complicando. Se me fue de las manos. Porque con él estaba todo bárbaro, te juro me fui dando cuenta de que no era tan superficial como yo pensaba...
No sabés, justo cuando se estaban por vencer los dos meses que había puesto de plazo para la relación, Nelson me dijo que estaba enamorado de mi. Muy enamorado. Tremendamente enamorado. Que no me iba a perder por nada del mundo, que era lo mejor que le había pasado, que era el amor de su vida... Y que estaba averiguando cómo hacer para transferir su trabajo a Uruguay, viste que es diseñador.

– ¡No me digas! ¿Y entonces qué le dijiste?

– Nada, qué le iba a decir. Me quedé muda del asombro. Lo que menos me iba a imaginar era que se iba a querer ir conmigo a mi falsa ciudad natal. ¿A quién se le iba a ocurrir que eso podía pasar? y entonces me le largué a llorar, creo que de la perplejidad, o mejor dicho, de la bronca que tenía conmigo misma. Y entonces me dijo: "Pero qué te pasa Anita, no querés que vaya con vos?". No sabés lo que me revienta cada vez que escucho mi nombre falso...
Me podría haber resignado a perderlo, dejar que me busque por todo Uruguay hasta que se diera cuenta del teatro que le había armado, pero me pareció muy cruel. Me imaginé que una vez allá no iba a tardar mucho en darse cuenta de que no soy montevideana... Pero no pude, no pude dejarlo... Este chico es como una droga para mi, te juro que nunca estuve tan enganchada con nadie, de verdad...

– Y la tuviste que pilotear...

– Claro, ¿sino qué iba a hacer? Obvio que le dije que lloraba de alegría, de emoción. De lo contenta que me puso saber que se quería venir conmigo. Y se puso chocho, feliz. No paraba de besarme y abrazarme, diciendo que lo hacía taaaan feliz. Me quería morir, te juro.
Al día siguiente ya había comprado los pasajes y ya estaba estudiando departamentos para alquilar juntos, ¿me entendés? Y entonces consideré que tenía dos opciones: o le decía toda la verdad, y me quedaba acá en Buenos Aires, o... seguía mintiendo y nos íbamos juntos a Montevideo...

– ¿Y qué elegiste?

– La verdad es que me fue muy difícil, realmente nunca pensé en la posibilidad de irme a vivir afuera... y qué se yo... me pareció que podía ser interesante conocer otros lugares, gente nueva... Probarlo como algo temporal, a ver qué tal nos iba juntos.

Le dije que sí, que nos íbamos juntos a Uruguay.

Ya pasaron dos meses desde que estamos viviendo juntos allá. Volví por el cumple de mi abuela, le dije que me iba a visitar a mis amigas argentinas, claro...

Lo que más me sorprendió, cuando llegamos, es que se adaptó rapidísimo, yo me perdía en la cuadra a la redonda, y el iba y venía como pancho por su casa, se aprendió las paradas de los colectivos, los horarios, las combinaciones, ¡todo!

Una vez hace poquito nos encontramos con un amigo suyo en la rambla, un amigo de la infancia, que mirá vos qué curioso, vivía en Montevideo. Lo invitó a cenar esa misma noche. Me re-gustó, porque acá en Buenos Aires parecía que Nelson no tenía muchos amigos, me pareció super copado. La misma tonada que él. Cuestión es que fuimos a la noche a cenar, y no sabés, resulta que se encontró con un montón de amigos de la infancia, él estaba feliz, no paró de hablar en toda la noche. Debatieron sobre montones de cosas, de blancos y colorados, de las elecciones, de cómo estaba llevando el tema de las papeleras Tabaré Vazquez... y más cosas que ya no me acuerdo. Y re-copados, dijeron de ir un fin de semana todos juntos a Punta del Este de paseo, a recordar los churros de Manolo... re bien, no sabés.

Me re-gusta Uruguay.

(fin)

lunes, 18 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) 2º parte

....
– Qué más le inventaste, digo, además de tu nombre y carrera falsa.

– Te juro, me muerdo los labios de la bronca que me da ahora. Como el flaco me dijo que vivía en Buenos Aires, y como para que quede todo acá –en las vacaciones quiero decir– y sea claramente una cosa así, pasajera, le empecé a inventar que era de otro país. De Uruguay.

– Pero si nunca fuiste a Uruguay. ¿Qué más le dijiste?

– Que estaba acá en el país de vacaciones con mis amigas argentinas, y que me quedaba dos meses más en Buenos Aires, por el trabajo de mi viejo. Que después de ese plazo me volvía a Montevideo. Todo para no engancharme...

– ¿Y entonces qué pasó?

– Nos quedamos charlando, tiene una tonada divina, medio que parece cantito, ¿viste? Esa noche me hizo reír mucho, con las palabras raras que inventa. Es tan gracioso. Pegamos re buena onda, y estuvimos a full, pegoteados todas las vacaciones, a las chicas no les pude dar mucha bolilla.

Mientras estuvimos en la costa me llevó a todos lados, a cenar, a bailar, no nos separamos ni un minuto. Te juro que me encanta, es un dulce. Lo más difícil es tener que seguir mintiendo.

– ¿Pero por qué mentirle?¿Por qué no le podías decir la verdad?

– ¿Estás loca? Si llega a descubrir que le mentí, ¡se pudre todo! Me dijo que ODIA la mentira, que si hay algo que no tolera es la mentira. Me siento horrible, pero no puedo cortarla ahora, ya me hundí demasiado... dejame que te cuente.

– ¿Y entonces? ¿Qué pasó cuando volvieron?

– Al principio todo seguía bárbaro, con el embale de que en dos meses me volvía a Uruguay, todo se aceleró. A la semana de estar juntos en Buenos Aires, me dijo el primer "te quiero", y yo no supe qué responderle. Sólo lo besé.

Y yo como una monga pensaba que a mí no me pasaba nada, y al día siguiente me dí cuenta de que estaba atrapadísima. Fuimos a comer a Mc Burguer y de pronto vino una minita que lo saludó super cariñosa, todo sonrisitas, le preguntó cómo estaba su familia, que hacía un montón que no se veían... y a mí ni me registró. Parecía del interior. Los miré con odio fulminante. Y ya estaba por levantarme y tirarle todas las papas fritas en la cara cuando de pronto Nelson me miró y dijo: "te presento a Ana, mi novia". Casi me muero de un infarto. Ni me imaginé que iba a decir eso, y ubicar a la minita así. Me encantó. Me pareció genial.

– ¿Así que se llama Nelson? No me habías dicho. Si tiene nombre es porque ya lo incluíste en tu vida...

– Si, se llama Nelson. Tiene una tonada divina, medio que parece cantito, ¿viste? Es del interior. ¿Puede ser que porque sea del interior todo le cause gracia? No entiendo, todo le causa gracia. Desde que empezamos a estar juntos que me empezó a volver loca con preguntas de mi familia, de mi casa, de mi país. Y lo venía bicicleteando y bicicleteando, y llegó un momento que empecé a contarle porque no daba para más. Entre nos, qué bueno que existe Google...
Como te decía, todo le causa gracia: si le cuento que tengo a mis primos en Panda se ríe, si le digo que me encantan los churros de Manuel de Gorlero, se retuerce de risa, le digo que me copa lo inteligente y buena persona que es Cabaré Vázquez se ríe hasta llorar. Yo no sé por qué se ríe tanto, si le estaba hablando re-seria...

(continuará...)

sábado, 9 de mayo de 2009

Amores de verano (reversión) - primera parte

El mozo deposita una taza sobre la mesa, el saquito de té y la jarra de agua caliente. Con agilidad de malabarista, en un revoleo coloca a su lado un vaso alto, y vuelca el contenido de una botella, deteniéndose en el momento exacto donde la espuma llega al límite. Las chicas, embelesadas en medio de la conversación, apenas registran sus movimientos. Las frases se superponen, se pisan, se complementan. Hasta que una empieza...

– ¡Qué bueno estar acá con vos! ¡Te re extrañé loca! Desde hace mil que te quería contar, no sabés lo que me pasó el verano pasado... me metí en un lío...

– ¿Qué pasó? Contame ya.

– Viste que me fui a a la costa con las chicas, ¿no? Bueno, la pasamos bárbaro, la playa espectacular, unos días increíbles, cero lluvia, salíamos todas las noches, re copado, y bueno, una de esas noches conocí a un flaco...

– ¿Y? ¿Te enganchaste?

– Pará, dejame que te cuente. El flaco me encantó, era re lindo, morocho, alto, una sonrisa que te mata, viste cuando mirás a alguien y como que te encandila, te quedás re flasheada. Bueno, se me acercó en un boliche, una de las primeras noches que fuimos a bailar. Estaba en la terraza, viste esos decks de madera sobre la playa, bailando reguetón, y bueno, se me acercó y se puso a bailar conmigo, y qué querés que te diga, yo me derretí. Bailaba increíble, no sabés cómo se movía... no sé, no lo puedo explicar, es esa química instantánea, como cuando sabés que tenés piel... y que no es el flaco para vos.

– ¿Pero por qué decís que no es para vos?

– Y, qué se yo, no sé, ¿cómo te explico? Masticaba chicle, tenía el pelo con gel así, todo parado, musculosa, pantalones anchotes. Toda la onda el flaco, pero en ese momento sentí que no era mi estilo, ¿viste?

– No entiendo por qué no, ¡no seas cerrada!

– No sé loca, ¿te tengo que explicar todo? ¿Quién carajos usa anteojos de sol de noche en un boliche, me querés decir?- paró de hablar un segundo para tomar un poco de coca-cola.

– Ok, entiendo. ¿Y entonces qué pasó?

– Y bueno, todo bien que teníamos la re piel, pero bueno, que se yo, en el momento no me dió... yo no quería engancharme con nadie, estaba de vacaciones con mis amigas, en plan de joda.La verdad que no quería volver a tener que darle ninguna explicación a nadie. Desde que corté con Luis como que no quería volver a ponerme de novia... Pero eso ya lo sabés. No sé, me quería hacer la liberal, la que me podía garchar a cualquier tipo y que iba a poder manejarlo todo bien... fui re boluda, no te lo puedo explicar...

– ¿Qué hiciste?

– Nada, empezamos a charlar, así muy cerca porque no se escuchaba nada con la música a todo lo que da... y me hablaba así, muy cerca del oído, no sé por qué me gustó tanto... Empezamos a transar, ahí, en medio de la pista, te juro que sentí que el reloj se paraba, como cuando estás enfrascada en la tuya, que no te importa nada, y sentís que naciste para ese momento... una sensación muy rara, toda la química del mundo, ¡no sabés! y después de un rato, nos fuimos a la barra a pedir algo de tomar, él se pidió un mojito y me invitó con un trago.

– ¿Qué te pediste?

– Un sex on the beach.

– Interesante.

– Bueno, y me preguntó qué hacía, cómo me llamaba, la típica... y fui tan pero tan pelotuda... Estaría todo tan bien ahora... Le dije que me llamaba Ana, que estudiaba Letras. No sé, le empecé a inventar toda una historia. La re cagué, no me mires así, ya lo sé, pero en el momento me pareció de lo más divertido. Típico, que conocés un flaco y te aburrís de tener que decir tu nombre y todo... Qué se yo, mirá si el tipo es un clavo y después te persigue por todos lados... No me vas a decir que nunca le diste un teléfono falso a un flaco.

– Si, obvio que alguna vez lo hice. Pero esto me suena a que te enredaste más que eso...

(continuará...)