lunes, 15 de agosto de 2011

Onírica tres

















Los sueños en Nueva York

... eran sueños del puro frenesí, 
de escaleras mecánicas y bolsas con ropa,
con pisos y más pisos de maravillas,
una orgía de consumismo y placer,
shopping y más shopping.

Cuando volví el efecto duró unos días más,
y soñaba con mesas llenas de cosas lindas,
ropa y objetos, y buscaba regalos
que no encontraba.



 















Los sueños en Buenos Aires

... fueron al principio la continuación de los sueños de Nueva York, hasta que llegó la alienación total. Más bien fueron pesadillas, de esas que de tan reales te dan escalofríos.

Soñaba que tenía que diseñar eventos de un día para el otro todo el tiempo. El día que Guille tenía  recital, soñaba que tenía que diseñar su evento también!

En los sueños-pesadilla aparecía gente que no conozco, que parecía buena gente, muy sensata, que ante tanto estress decidía renunciar en lugar de seguir soportando cosas que no querían para si mismos. "Pero tenés otro laburo? ¿Te vas a ir así?", le preguntaba (extrañamente consciente) al audaz. Me sonreía, y me decía que no, que no tenía otro trabajo. Y manteniendo esa sonrisa, me miraba y me decía: "Es que esto no da para más. No da para más". Y eso era todo. Así nomás.

Y nunca –salvo una suertuda vez–, pude volver a Nueva York en sueños (snif).

Por suerte pasé unos días por Rosario con Guille que vinieron más que bien.  Y con Rosario llegaron unos sueños medio acuáticos que me recordaron al Tigre, como de paseo y de relax.

Lástima que el dueño de las aguas era el mismo que el presidente de la empresa.



1 comentario:

Felicitaciones! Ha sacado la sortija. ¿Una vuelta más?