viernes, 30 de enero de 2009

Recreo



" (...) desde hace tiempo que trato de escribir pero las palabras me esquivan, garrapatean sobre el papel, salen corriendo y escapan, ajenas a mi voluntad. Las veo irse, escurrirse por los márgenes de la hoja sin que pueda retenerlas. Bajan por las patas de la mesa y se pierden en las grietas del parqué."

Encontré esta imagen y me pareció más que ilustrativa para el cuento "Hoja en blanco".
Campaña de Amnesty International


jueves, 29 de enero de 2009

Hoja en blanco (1º parte)

No sé por dónde empezar. Se supone que es algo simple, con apoyar la birome sobre el papel debería ser suficiente para poder empezar. Veo los granos de azúcar hundirse en el café y desearía ser uno de ellos, sumergirme en un mar quieto y verde, nadar despacio, con los ojos abiertos mirando sin ver, en la nada infinita. Como antes, cuando era fácil y las palabras venían sin pedirlas. Pero lo que me sucedió aún me agita, mientras miro el café que humea y busco historias en el reflejo de los vidrios del bar.

Sólo me queda un gran vacío blanco, la lapicera cerca de la hoja, y nada ocurre. Aún no han vuelto. Sé que suena extraño, pero es que desde hace tiempo que trato de escribir pero las palabras me esquivan, garrapatean sobre el papel, salen corriendo y escapan, ajenas a mi voluntad. Las veo irse, escurrirse por los márgenes de la hoja sin que pueda retenerlas. Bajan por las patas de la mesa y se pierden en las grietas del parqué.

Pero hoy la mañana se me apareció distinta a otras. Mientras el cuerpo parecía lejano envuelto en nubes de algodón y se despedía de los últimos susurros de la noche –que parecían ajenos, como pensamientos de otra persona –, algo empezó a transformarse. Como un despertar, podría decir. Otro tipo de despertar. Supe que tenía que investigar por qué las palabras me esquivaban.

¿Qué pasaría si me detengo un rato, si me dejo quieta, como flotando en un mar frío y verde, el cuerpo contraído como un ovillo, para luego soltarse y fluir, como nadando sin ver? Y mis pies aún torpes e independientes decidieron recorrer el trecho que separa mi cama del living para detenerse en el teléfono. Una mano levantó el tubo mientras la otra marcó los dígitos que me desatarían. La voz dormida y ajada por horas de silencio desgranó unas pocas palabras...

(continuará...)

Primer sortija

¡Va la primer sortija entonces, como para calentar motores, le falta pulir un poco pero la idea ya está...

La hoja en blanco muchas veces paraliza y la vorágine cotidiana contribuye a enajenarnos... ¿qué pasaría si en medio del caos y el estrés hiciéramos un alto para re-encontrarnos?
Que lo disfruten!

miércoles, 28 de enero de 2009

Ni lenta ni perezosa

Viajando en calesita es una invitación a disfrutar de un viaje particular, caleidoscópico, fragmentario. Es una invitación a pasear, a volver a disfrutar de aquellas bondades de la vida en esta gran urbe de cemento llamada Buenos Aires, a respirar aunque sea por un rato un aire diferente con gusto a recreo. Un viaje corto como los cuentos, esos potentes transformadores de realidad dosificados en pequeñas cantidades.

Algo está claro: uno nunca sale de la calesita del mismo modo en que entró. Apenas arranca, el aire se electriza ante la búsqueda de aquel objeto de deseo: la sortija. Nos recorre una ansiedad loca ante la vuelta interminable, hasta que el señor de la sortija se digne a aparecer. Entonces estamos atentos como linces al revoloteo de las manos que se superponen; vemos a la sortija bailar sola y estamos seguros de poder alcanzarla. Para los audaces, el duelo a muerte con el sortijero es inminente, para los más tímidos, la oportunidad de brillar. Y cuando la música se termina y la calesita se detiene nos toca bajar. Extasiados por sacar la sortija o puchereando por lo bajo, la transformación es inevitable.

Ojalá haya sortijas para todos.