
¿Ahí viene el colectivo? Ah, ¿no? El 39 es terrible. Encima que se está por venir Santa Rosa en cualquier momento. ¿Ve esas nubes? Son de lluvia. Y cuando el viento se está quieto así, es porque ya se viene. Le digo que sí, estoy segura. Y el colectivo que no llega... Se me van a marchitar las flores de tanto esperar.
¿Y hace cuánto que está esperando usted? Veinte minutos… Bueno, esperemos que llegue pronto. Qué macana.
…
Le digo que este mundo está hecho sólo para los jóvenes. No se piensa en una señora mayor. Fíjese que hace media hora que estamos acá esperando el colectivo. Y tengo que llegar antes de que me agarre Santa Rosa. Vea, llevo este medallón siempre conmigo, ellos me protegen. Acá está mi marido, que Dios se lo llevó hace veinticinco años, y del otro lado mi hijo Carmelo, que me lo quitó hace cuatro. Una desgracia tan enorme, tan buenas personas si usted viera. Un accidente se llevó a mi marido… lo pisó un colectivo. Terrible, ni me diga.
Usted pregunta qué le pasó a mi hijo. Y, sí, me lo llevó también; una desgracia terrible. No tiene explicación, estas cosas nunca la tienen. Pero es la vida, ¿no? Fue un ataque al corazón, así, repentino. En medio de la calle le agarró. En la parada del colectivo. Y me quedé así, sola. La verdad es que me quiero ir con ellos. Ya no tengo las fuerzas. No, esta vida ya no vale la pena para mí. Por mis nietos, sí, pero nunca tienen tiempo. Y quién, digo yo, tiene ganas de estar con una vieja. Nadie.
Si no fuera por Frank estaría sola todo el día. Se llama así por Frank Sinatra, claro. Es muy inteligente, si usted viera, casi humano. Hace todo solito, ni molesta. Es buena compañía, querido. Está la Mary también, que vive enfrente, y que cada tanto me golpea la puerta para ver si estoy viva. Para avisarme de la reunión de consorcio, o del drama de la del 3º C, o si necesito algo del almacén. Cosas así.
La pierna me tiene a mal traer, unos dolores, mire. Está bien, hijo, tómese un taxi. Ah, ¿me puede arrimar? Qué generoso. Si no fuera por la gente buena de corazón, este país se iría al tacho. Le agradezco tanto. ¿Hasta dónde va? ¿Y yo en Güemes tengo un colectivo que me lleve después? Ah, el 39 nomás. Bueno. Por lo menos me acerco un poco antes de que empiece... que Santa Rosa no perdona.
…
¿Hace mucho que espera el colectivo? ¿Cuarenta minutos? Qué barbaridad. Qué suerte que recién me acercó un muchacho – amoroso – en taxi hasta acá. Qué cosa estos colectivos. ¿Pasará algo con la línea? ¿O la calle? Vio que si cortan una no nos enteramos. Pueden pasar días y ni se sabe. O los paros, una desgracia. Es una barbaridad lo que pasa en este país. Pero usted es joven querida, qué problemas puede tener. Ah, no llega al trabajo. Claro.
Vea, ya está por empezar a llover, se viene Santa Rosa, le digo. No quiero que me agarre allá porque creo que no vuelvo. Sino me voy a tener que quedar con ellos. Ah, no le conté, mi hijo y mi marido están allá, en Chacarita. ¿Le gustan las flores? Sí, son sencillas, pero lindas. Rico perfume, mire. Le dejo una. Si total no van a notar la diferencia.
¿Y se toma un taxi? Qué gentil, voy con usted entonces. Hasta Honduras. Bueno, ¿eso está más cerca del cementerio? Bueno querida, está bien. Le agradezco tanto... la pierna me está matando.
…
¿Una hora hace que espera acá? Qué barbaridad, es una locura, una locura.
Mire, ya empezó. Se vino Santa Rosa nomás. Qué macana. Si, estoy segura.
¿Hay paro del 39? No me diga, que cosa de locos. ¿Usted para dónde va? Ah, yo soy de ahí nomás, qué casualidad. Y bueno, me tendré que volver a casa, no quiero que me agarre la tormenta, y sin colectivo para volver… me subo, gracias, querido. No le digo, este medallón me protege, mi marido y mi hijo, mire. Yo creo que me cuidan desde el cielo. Usted no se vaya a reír, pero, ¿sabe una cosa? Nunca pude llegar al cementerio.
(Para mis abuelas Tania y Lucy)
¿Y hace cuánto que está esperando usted? Veinte minutos… Bueno, esperemos que llegue pronto. Qué macana.
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Le digo que este mundo está hecho sólo para los jóvenes. No se piensa en una señora mayor. Fíjese que hace media hora que estamos acá esperando el colectivo. Y tengo que llegar antes de que me agarre Santa Rosa. Vea, llevo este medallón siempre conmigo, ellos me protegen. Acá está mi marido, que Dios se lo llevó hace veinticinco años, y del otro lado mi hijo Carmelo, que me lo quitó hace cuatro. Una desgracia tan enorme, tan buenas personas si usted viera. Un accidente se llevó a mi marido… lo pisó un colectivo. Terrible, ni me diga.
Usted pregunta qué le pasó a mi hijo. Y, sí, me lo llevó también; una desgracia terrible. No tiene explicación, estas cosas nunca la tienen. Pero es la vida, ¿no? Fue un ataque al corazón, así, repentino. En medio de la calle le agarró. En la parada del colectivo. Y me quedé así, sola. La verdad es que me quiero ir con ellos. Ya no tengo las fuerzas. No, esta vida ya no vale la pena para mí. Por mis nietos, sí, pero nunca tienen tiempo. Y quién, digo yo, tiene ganas de estar con una vieja. Nadie.
Si no fuera por Frank estaría sola todo el día. Se llama así por Frank Sinatra, claro. Es muy inteligente, si usted viera, casi humano. Hace todo solito, ni molesta. Es buena compañía, querido. Está la Mary también, que vive enfrente, y que cada tanto me golpea la puerta para ver si estoy viva. Para avisarme de la reunión de consorcio, o del drama de la del 3º C, o si necesito algo del almacén. Cosas así.
La pierna me tiene a mal traer, unos dolores, mire. Está bien, hijo, tómese un taxi. Ah, ¿me puede arrimar? Qué generoso. Si no fuera por la gente buena de corazón, este país se iría al tacho. Le agradezco tanto. ¿Hasta dónde va? ¿Y yo en Güemes tengo un colectivo que me lleve después? Ah, el 39 nomás. Bueno. Por lo menos me acerco un poco antes de que empiece... que Santa Rosa no perdona.
…
¿Hace mucho que espera el colectivo? ¿Cuarenta minutos? Qué barbaridad. Qué suerte que recién me acercó un muchacho – amoroso – en taxi hasta acá. Qué cosa estos colectivos. ¿Pasará algo con la línea? ¿O la calle? Vio que si cortan una no nos enteramos. Pueden pasar días y ni se sabe. O los paros, una desgracia. Es una barbaridad lo que pasa en este país. Pero usted es joven querida, qué problemas puede tener. Ah, no llega al trabajo. Claro.
Vea, ya está por empezar a llover, se viene Santa Rosa, le digo. No quiero que me agarre allá porque creo que no vuelvo. Sino me voy a tener que quedar con ellos. Ah, no le conté, mi hijo y mi marido están allá, en Chacarita. ¿Le gustan las flores? Sí, son sencillas, pero lindas. Rico perfume, mire. Le dejo una. Si total no van a notar la diferencia.
¿Y se toma un taxi? Qué gentil, voy con usted entonces. Hasta Honduras. Bueno, ¿eso está más cerca del cementerio? Bueno querida, está bien. Le agradezco tanto... la pierna me está matando.
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¿Una hora hace que espera acá? Qué barbaridad, es una locura, una locura.
Mire, ya empezó. Se vino Santa Rosa nomás. Qué macana. Si, estoy segura.
¿Hay paro del 39? No me diga, que cosa de locos. ¿Usted para dónde va? Ah, yo soy de ahí nomás, qué casualidad. Y bueno, me tendré que volver a casa, no quiero que me agarre la tormenta, y sin colectivo para volver… me subo, gracias, querido. No le digo, este medallón me protege, mi marido y mi hijo, mire. Yo creo que me cuidan desde el cielo. Usted no se vaya a reír, pero, ¿sabe una cosa? Nunca pude llegar al cementerio.
(Para mis abuelas Tania y Lucy)