miércoles, 4 de febrero de 2009

Hoja en blanco (2º parte)

– Hola Cecilia, buen día.
– Hola Ana, ¡Qué voz que tenés! – La frase me dio un buen pie.
– Es que no me siento bien, me duele la garganta y estoy con fiebre. No me siento bien como para ir al laburo.
– No te preocupes, que te mejores.
– Gracias, besos. – y con el clic de la orquilla quedé liberada de mi mayor obstáculo.

Con mi independencia recién ganada y los ojos secos de imágenes que se me ocurrían ajenas y confundidos por sueños sin respuestas, me dejé llevar hasta el baño. Agradecí en secreto por no tener que ponerme infinitas capas de ropa a los apurones para rematar con los miles de accesorios que no deben ser olvidados, el ponerse la campera, que se siente ya pesada, muy pesada, como vistiendo obligaciones. Y agradecí también el no tener que lanzarme a la calle como flecha endiablada, corriendo por el tiempo de otro, por las preocupaciones de otro que se transforman en propias, por poder recuperar el mío.

La piel desnuda recibió el agua y se desprendió del día que no fue, las gotas que parecen golpear la rutina, ablandar la carne que pierde rigidez y cede, se relaja. Cerré los ojos y se me antojó que se sentía como el sol en verano, y juraría que sentí el aroma del pasto húmedo...

(continuará...)

1 comentario:

  1. Su lectura me llena de emoción; es un viaje introspectivo lleno de dulzura, amor, endiabladamente necesario como el aire. Sos la delicadeza en prosa, alegra leerte.

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Felicitaciones! Ha sacado la sortija. ¿Una vuelta más?